De abajo oigo que nunca las tiro a gusto de todos, y cuando me pongo puedo llevarme árboles, animales, coches, puentes y algún camping. Tengo toda la fuerza que quiero, y más si me encuentro con alguna amiga: iluminamos el cielo, luchamos, nos unimos y competimos por ver quién despierta más de noche y quién inunda más de día. Y, si se apunta el amigo que me mueve, tiemblan paraguas, macetas, bolsas y gabardinas. Pocos osan hacernos frente, y solo los surfers nos esperan desde la lejanía.
Me divierto viendo a los barcos balancear cuando los faros gritan la vuelta a la ciudad. Todo lo que hagan es inutil cuando mis olas hacen de capitán, pero no desesperen porque al final llegan para descargar verdel, bacalao, atún o anguila.
Cuando aparezco, la moda cambia, el armario se actualiza, agilizo el paso de la gente y la televisión avisa del temporal a la gente: sirimiri, lluvia ligera, lluvia, vendaval, granizo, nieve y tempestad.
Otros se frotan las manos: tiendas de ropa, grandes almacenes, centros de sport, y otros lugares dispares. Y en invierno, ¡nieve! al Pirineo tapo y forfaits se venden a mi costa, fruto de una temporada con un devenir de gran agrado.
Ahora sólo atraigo la mirada de niños y adultos, cuando me transformo en formas para que los más pequeños jueguen al veo-veo, porque seré quien tiña de gris el techo de tus días, y de momento sólo pensaré en estas travesuras.
Buaaa, k profuuundo, kasi parece poesia =)
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