Formigal (Aragón)
Envidia, sana pero envidia: ver todos los días la montaña al abrir las ventanas, con sus tonos verdes que sólo hay a esa altura; la nieve en invierno, esos cielos despejados de los días más claros, y ese frío. Porque también puede ser un gran atractivo estar frente a la chimenea con los cristales empañados. Tal vez esté siendo bastante tópico, pero muchas veces en estas fechas me lo imagino desde que fui a Jaca en invierno hace varios años.
Se me viene a la memoria y casi a la nariz el olor de la lumbre quemada saliendo por las chimeneas típicas del Pirineo, porque hasta eso es especial cuando llegas a ciertas cotas. Pero claro, no es lo único que vale la pena, no se ofenda nadie. En la primavera los valles florecen, y en otoño cambian de color mientras se lleva a cabo la búsqueda de setas, otro topicazo más. Empiezan las primeras estalactitas de hielo y las idas y venidas de pájaros en busca de otras tierras mejores. Cosas como esas hacen sentir un orgullo muy especial de ese lugar. Y el turismo, el ecoturismo, el que respeta el medio ambiente alquilando una casita rústica buscando cobijo lejos de la ciudad.
Hombre, digo yo que ese orgullo disminuirá cada vez que haya que hacer algún trámite especial o cuando se carezca de algún servicio en concreto. O cuando no hay para salir de marcha porque ni siquiera hay baretos nocturnos, aunque como yo digo: todos tenemos algo contra nuestra ciudad. ¡Te cambio mi piso!
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