Al final lo conseguí y me fui! Contar los días, las horas y los minutos, ya con la maleta en la mano, y el nerviosismo por lo que está por llegar: un viaje desde Irún hasta Zaragoza-Delicias de más de 4 horas en tren, viendo paisajes tan dispares como la verde Gipuzkoa, el seco Zaragoza, los castillos de Navarra y al final el Ebro. Llegar a la estación y hacer la llamada del dónde estás para encontrarte con quien llevas tiempo queriendo ver.
No hay nada mejor que eso. De hecho muchas veces pienso que la espera es mejor que la llegada, porque la ilusión hace que lo lleves con ánimos pese a lo que pase, como mis anginas, el mal pronóstico del tiempo o lo corto de la escapada.
Al llegar, al ver asomar los primeros edificios, entra un nerviosismo que parece que te recorre.
Un lugar que ya conocía, porque había estado con 4 y 11 años, y en la Expo aunque solo en el recinto (para mí no cuenta) lleno de sitios que permanecían en mi memoria desde hace mucho y que sabía que había visitado, como el parque grande o la Gran basílica de El Pilar, enorme en tamaño, que hace a uno sentirse muy, muy pequeño.
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